Si tanto la rosa, como la azucena,
muestra a vuestro gesto sus colores,
y tu mirar ardiente,
dulce y de recelo.
Con luz clara,
la tormenta serena.
Por tu cuello pálido y hermoso.
El oro de tus cabellos,
al vuelo.
El aire los remueve,
y los enreda.
Apremio a tus primaveras.
El dulce fruto,
antes que corra el tiempo.
Cubra de blanca,
de blanca nieve,
tus álgidas cumbres.
Marchitará a la rosa,
marchitará a la azucena,
cuando todo mudara,
la edad ligera.
José Manuel Sirgo Gallardo
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