La primavera agita con sus alas,
la gloriosa fragancia,
del dormido naranjo.
Cual enciende, temblorosa,
la suave nieve del azahar.
¡Su polen, sopla germinando!
Inalterado, quiebra agradecido.
El perfume intenso de sus flores,
aspirantes,
de su blanca eternidad.
Siempre, su vida generosa.
Iniciada en el gozo.
Aquél la llevó,
la llevo a sus labios,
cuales besa al descansar.
José Manuel Sirgo Gallardo
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