sábado, 31 de octubre de 2009

Nazareno

Lleva una rosa en su costado,
es la herida que un soldado a cesto.
Sin desagravio.
Un trapo de seda,
amarrado le cuelga.
Cubriendo sus vergüenzas.

Una corona,
corona de cien espinas.
Rasgan su piel desnuda.
Sus pies y manos,
rotas por el vil metal,
metal que los atraviesa.

Una insignia, el inri,
que lo incrimina.
En una cruz,
sin sol ni luna.
Yace su cuerpo,
cobijado por los cielos...

José Manuel Sirgo Gallardo

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